Y llegó el momento que tanto deseabas, el momento de oír a
tu bebé llorar por primera vez y ver su carita. Llevas nueve meses soñando con
este momento, imaginando cómo será ese primer contacto piel a piel.
Por fin lo tienes ahí, ante tus ojos, cubierto aún por la
capa de grasa que protegía su piel dentro de tu vientre, coloradito por el
esfuerzo del parto, temblando por el cambio tan brusco de temperatura que ha
sufrido, asustado por los ruidos y luces del exterior… Sí, es tu hijo, tu bebé
recién nacido, ese ser que has llevado en tu interior y, que a partir de ahora,
te acompañará en el complejo y gratificante camino de aprender a ser madre.
Te aconsejo que no idealices este primer contacto. Es
posible que te enamores de tu niño nada más verlo, pero también es posible que
no sea así, que mires a ese chiquitín y te sientas extraña, como si a pesar de
tenerlo ante ti no terminaras de creerte que realmente eres madre. Yo,
personalmente, he pasado por las dos experiencias.
No te sientas culpable por ello ni se te ocurra pensar que
no lo quieres lo suficiente. El parto es un proceso agotador, tanto a nivel físico
como emocional. No eres una mala madre, simplemente estás cansada. Te
sorprenderá tu cambio de actitud cuando hayas reposado un poco.
Sea como sea tu primera reacción tras el parto al ver a tu
recién nacido ten por seguro que es un momento que se grabará a fuego en tu
memoria. Aquel dicho de las abuelas de que todo se olvida al ver su carita no
es más que un tópico, pero de lo que puedes estar segura es de que volvería a
pasar de nuevo por todo lo que acabas de pasar una y mil veces.
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