viernes, 31 de agosto de 2012

Mi primer parto, por fin conocí a mi princesita.






Ya que hemos hablado de cómo fue el nacimiento de mi segundo hijo tendré que contarte también como fue el de mi niña. No pensaba hacerlo porque no fue un parto sencillo y no me gustaría inquietarte, pero por otro lado es la mejor manera de que veas que cada parto es diferente y que no debemos pensar en como han sido los partos de las demás. Ni tan siquiera podemos comparar lo que pasamos nosotras con unos hijos y con otros.

El embarazo lo llevé estupendamente. Quitando que los primeros meses casi tenía que obligarme a comer porque no tenía hambre a ninguna hora de poco más me enteré. Fue un embarazo muy bueno.

El único problemilla, o quizá debería decir mejor decepción, fue que mi parto fue inducido. Después de tanto tiempo pensando en cómo sería ese día, si se pasaría tan mal como se supone, si sabría reconocer que había llegado el momento… Todas esas preguntas que nos hacemos antes de haber pasado por la experiencia, era el ginecólogo y no mi niña quien decidía que había llegado el momento.

De pronto todo cambiaba. Ya no tendría que salir corriendo cuando tuviera contracciones cada cinco minutos, como me habían recomendado en las clases de preparación al parto, ni vigilar si mi líquido amniótico era lo bastante limpio en caso de romper la bolsa antes de llegar al hospital.




Tal día como un 30 de noviembre iba por la tarde a monitores y después a que viera mi ginecólogo los resultados. Al comprobar en la ecografía que tenía poco líquido amniótico y revisar la gráfica de la consulta anterior pensó que quizá la nena no soportara bien el trabajo de parto, así que decidió que lo mejor era ingresarme y provocarme unas contracciones para asegurarse de que todo estaba regla.

Me subieron a planta, me colocaron las correas para la monitorización y me pusieron el gotero de oxitocina.
No recuerdo cuanto duró, no fue mucho, pero después las contracciones no cesaban y tuve que pasar la noche en el hospital.

Yo confiaba en que a la mañana siguiente me darían el alta, pero me equivocaba. Como ya me faltaba algo menos de dos semanas para salir de cuentas decidieron que, al estar el embarazo a término, era preferible provocarme el parto y evitar problemas.

Y ahí empezó mi odisea. Enseguida comenzaron con la inducción. Nunca pensé que fuera a durar tantísimo. Estábamos a 1 diciembre y serían como las diez de la mañana.

Por fin el día 2, cerca del mediodía, parecía que iba llegando la hora de conocer a mi pequeña. Pero tuve tan  mala suerte que fue a tocarme una matrona no precisamente “simpática” y muy poquito profesional. Tanto que ni siquiera se percató de que había dilatado por completo cuando pensó que era el momento de ponerme la epidural.

Después de más de 24 horas desde que empezaran a provocarme el parto, después de haber pasado por todo el proceso de dilatación y estar por fin preparada, me ponen anestesia y me paran el parto.

Al darse cuenta de que había metido la pata a la buena señora le entraron las prisas. Hacía ya varias horas que mi bolsa se había roto, yo estaba agotada y mi chiquitina, que estaba muy a gusto y calentita en la barriga de mami, se negaba a salir.

El tiempo que pasé en paritorio se me hizo interminable. Yo no podía ni con mi cuerpo y esa “individua”  que me atendió daba la sensación de que tenía aún menos experiencia en partos que yo. Hasta que apareció un ginecólogo, presionó un poco mi abdomen durante la siguiente contracción y en ese mismo pujo mi muñequita por fin se decidió a salir a conocernos.



Ahí estaba, tan chiquitina, tan frágil, tan bonita… No voy a decirte que al ver su cara todo se me olvidó, eso realmente no ocurre. Yo al menos no he olvidado mis partos y tampoco quiero hacerlo. Lo que sí es cierto es que todo lo que has tenido que pasar hasta poder apretarle contra tu pecho pasa a un segundo plano y lo único que puedes pensar sobre ello es que ha valido la pena.

Creo que mis primeras palabras al salir de paritorios fueron que no volvería a ponerme epidural. Y así fue, mis otros dos partos fueron sin anestesia.

No puedo terminar sin decirte que a pesar de todo no me desanimé lo más mínimo. Once meses después volvía a estar embarazada, ya había encargado un hermanito para mi niña.

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