Ya que hemos hablado de cómo fue el nacimiento de mi segundo
hijo tendré que contarte también como fue el de mi niña. No pensaba hacerlo
porque no fue un parto sencillo y no me gustaría inquietarte, pero por otro
lado es la mejor manera de que veas que cada parto es diferente y que no
debemos pensar en como han sido los partos de las demás. Ni tan siquiera
podemos comparar lo que pasamos nosotras con unos hijos y con otros.
El embarazo lo llevé estupendamente. Quitando que los
primeros meses casi tenía que obligarme a comer porque no tenía hambre a
ninguna hora de poco más me enteré. Fue un embarazo muy bueno.
El único problemilla, o quizá debería decir mejor decepción,
fue que mi parto fue inducido. Después de tanto tiempo pensando en cómo sería
ese día, si se pasaría tan mal como se supone, si sabría reconocer que había
llegado el momento… Todas esas preguntas que nos hacemos antes de haber pasado
por la experiencia, era el ginecólogo y no mi niña quien decidía que había
llegado el momento.
De pronto todo cambiaba. Ya no tendría que salir corriendo
cuando tuviera contracciones cada cinco minutos, como me habían recomendado en
las clases de preparación al parto, ni vigilar si mi líquido amniótico era lo
bastante limpio en caso de romper la bolsa antes de llegar al hospital.
Tal día como un 30 de noviembre iba por la tarde a monitores
y después a que viera mi ginecólogo los resultados. Al comprobar en la
ecografía que tenía poco líquido amniótico y revisar la gráfica de la consulta
anterior pensó que quizá la nena no soportara bien el trabajo de parto, así que
decidió que lo mejor era ingresarme y provocarme unas contracciones para
asegurarse de que todo estaba regla.
Me subieron a planta, me colocaron las correas para la
monitorización y me pusieron el gotero de oxitocina.
No recuerdo cuanto duró, no fue mucho, pero después las
contracciones no cesaban y tuve que pasar la noche en el hospital.
Yo confiaba en que a la mañana siguiente me darían el alta,
pero me equivocaba. Como ya me faltaba algo menos de dos semanas para salir de
cuentas decidieron que, al estar el embarazo a término, era preferible
provocarme el parto y evitar problemas.
Y ahí empezó mi odisea. Enseguida comenzaron con la inducción.
Nunca pensé que fuera a durar tantísimo. Estábamos a 1 diciembre y serían como
las diez de la mañana.
Por fin el día 2, cerca del mediodía, parecía que iba
llegando la hora de conocer a mi pequeña. Pero tuve tan mala suerte que fue a tocarme una matrona no
precisamente “simpática” y muy poquito profesional. Tanto que ni siquiera se
percató de que había dilatado por completo cuando pensó que era el momento de
ponerme la epidural.
Después de más de 24 horas desde que empezaran a provocarme
el parto, después de haber pasado por todo el proceso de dilatación y estar por
fin preparada, me ponen anestesia y me paran el parto.
Al darse cuenta de que había metido la pata a la buena señora
le entraron las prisas. Hacía ya varias horas que mi bolsa se había roto, yo
estaba agotada y mi chiquitina, que estaba muy a gusto y calentita en la
barriga de mami, se negaba a salir.
El tiempo que pasé en paritorio se me hizo interminable. Yo
no podía ni con mi cuerpo y esa “individua” que me atendió daba la sensación de que tenía
aún menos experiencia en partos que yo. Hasta que apareció un ginecólogo,
presionó un poco mi abdomen durante la siguiente contracción y en ese mismo
pujo mi muñequita por fin se decidió a salir a conocernos.
Ahí estaba, tan chiquitina, tan frágil, tan bonita… No voy a
decirte que al ver su cara todo se me olvidó, eso realmente no ocurre. Yo al
menos no he olvidado mis partos y tampoco quiero hacerlo. Lo que sí es cierto
es que todo lo que has tenido que pasar hasta poder apretarle contra tu pecho
pasa a un segundo plano y lo único que puedes pensar sobre ello es que ha
valido la pena.
Creo que mis primeras palabras al salir de paritorios fueron
que no volvería a ponerme epidural. Y así fue, mis otros dos partos fueron sin
anestesia.
No puedo terminar sin decirte que a pesar de todo no me
desanimé lo más mínimo. Once meses después volvía a estar embarazada, ya había
encargado un hermanito para mi niña.
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